Al principio todo son risas. Que si mira a esos niñatos que hacen fotos con el móvil, que si periodismo es solo el de papel, que si usar el tablet como cámara debería ser motivo suficiente para restaurar esa bonita costumbre del destierro a Siberia –nada que objetar a eso- o que si los selfies y sus palos son solo una moda tonta más.
Mucho cachondeo hasta que los móviles se llevan por delante el mercado de compactas, las periodistas prefieren ser reinas y algún genio desde su despacho y calculadora en mano descubre que un reportero, un palo y un iPhone le sale más barato que contratar a un cámara para grabar las crónicas frente a la peluquería donde se hace las puntas Cristiano.
¿Pensabais que a vosotros no os iba a tocar?, bromean los fotoperiodistas ante sus compañeros operadores de cámara mientras les enseñan la ocurrencia de esa televisión suiza que ha sustituido sus equipos por un smartphone y uno de esos absurdos palos. El selfie como nuevo género informativo. Bienvenidos al futuro, porque a fuerza de intentarlo –no es la primera vez que vemos una chorrada semejante- acabarán por conseguirlo.
Se trata de una medida para que los equipos sean más ligeros, la capacidad de respuesta del periodista sea más ágil, y claro, para ahorrar algunos euros, explicaba el director de la citada televisión local suiza. Un auténtico genio al que por lo visto no se le ha ocurrido que reducir su sueldo o sencillamente poner en su cargo a un koala con un portátil y Excel también daría un empuje a las cuentas de la cadena. Y posiblemente nadie notaría el cambio.
Y es que más allá de su entrañable preocupación por el peso que cargan los reporteros, algo nos dice que aquí se ha aplicado la ley número uno del llamado cebrianismo: más pasta para el consejero delegado de turno, más becarios y menos periodistas con sueldos y condiciones dignas. Un clásico del que ya estamos tan aburridos que incluso nos estamos empezando a quedar sin chistes.