Primero fue la lucha entre la fotografía química y la digital. ¿Cuál es mejor? ¿Cuántos megapíxeles hacen falta para igualar a la película de 35 milímetros? ¿Y a una de formato medio? Superada aquella fase, el debate del momento vuelve a ser otro duelo: móviles contra cámaras. Distintos contendientes pero igual de cansino que antaño.
¿Están llamadas las compactas más sencillas a desparecer por el empuje de las cámaras que integran los teléfonos móviles? ¿Tienen sentido esos modelos más económicos y limitados en prestaciones? ¿Cuánto tiempo llevamos dándole vueltas al asunto? Demasiado, en efecto.
Y es que no es ni mucho menos un debate nuevo. El “que viene el lobo” en versión telefónica es una letanía que a Nokia le encantaba repetir hace ya años. De hecho, y aunque los finlandeses ya no son lo que eran, es cierto que todavía parecen abonados a este discurso y a desarrollar unos terminales a los cuales en prestaciones fotográficas no hay quien les rechiste. Lo de falsear los anuncios para que quede todo más bonito ya es otro tema.
Pero es verdad que esta lucha entre teléfonos y cámaras parece vivir ahora un nuevo esplendor. En Photokina fue una de las ideas más repetidas. Los mismos fabricantes que antes de ayer se daban codazos por estar presentes en el segmento de compactas más baratas ahora aseguran en sus PowerPoints que prefieren centrarse en gamas superiores.